martes, 23 de septiembre de 2025

DAMA DE LAS DOS CARAS


En el altar del pensamiento, la religión,

es un velo que cubre el uso de la razón.

La Iglesia llama al sentir, no a la mente,

donde el fuego del saber se torna ausente.


Antaño, los sabios en llamas ardían,

mientras los hombres del dogma se reían.

Hoy, los que no creen, son ecos lejanos,

marginalizados, en silencio, por paganos.


Jesús entre pescadores dejó sus ideas,

sermón populista para almas hebréas.

No en la humildad, sino en la ignorancia,

halló en sus manos el arte de la confianza.


La jerarquía existe como el tiempo aquel,

un reino de fieles bajo el mismo laurel.

¿Y la democracia? Un eco distante,

una ilusión ajena, un canto vacilante.


Dos mil años en un suspiro anclados,

monopolio del perdón, cielos soñados.

El cielo promete un chalet sin hipoteca,

tierra de paz, pero con sombra seca.


Los islamitas, astutos en su canto,

incrementan la oferta, sin quebranto.

Deseos sin fin, cuerpos rejuvenecidos,

un festín eterno, placeres queridos.


Un choque de fe, es dura la comparación,

el cristianismo confía en la oración.

En un paraíso gris, lleno de fervor,

frente a la lujuria del Edén superior.


Desde Pablo hasta hoy, suelen hacer,

cristianizar, con ansia de poder.

Un dominio encubierto, 

sin piedad y sin concierto.


Fundamentalistas en un mundo dividido,

sectas que florecen, en caos hundido.

El hombre, pensante, busca respuestas,

renunciando a tradiciones, cerrando puertas.


Los antiguos dioses se hacían presentes,

sin intermediarios, con vínculos latentes.

Pero el Constantino, que era muy astuto,

transformó el milagro en poder absoluto.


Así se sometió el libre pensar,

en nombre de Dios, la razón a callar.

Con sangre y lágrimas, no hay memoria,

el desarrollo un atraso según la historia.


Dama de dos caras, religión y razón,

en el vaivén del tiempo, que busca redención.

Que el fuego del saber vuelva a resplandecer,

y en cada corazón haya un nuevo amanecer.

J. Plou


martes, 1 de julio de 2025

EL AVARO

En la sombra acecha el avaricioso,

con manos heladas y corazón de piedra,

su amor propio es su único lazo,

pues al mundo ajeno todo le niega.


Acumula riquezas, tesoros sin fin,

con brillo en sus ojos que nada le otorga,

desprecia al prójimo en su voraz festín,

pues solo en oro su alma se ahoga.


La avaricia, madre de todos los males,

no es la prudencia de ahorrar con pasión,

sino el hambre insaciable de caudales,

que convierten la vida en pura ambición.


Amasa y amontona, como si pudiera llevar

su fortuna a la tumba, su lecho final,

pero en su anhelo no sabe de amar,

y en su soledad olvida que es mortal.


El ser que se aferra a tener sin cesar,

es prisionero eterno de su propia ambición,

mientras que el que da, aunque poco posea,

es dueño del mundo y vive en conexión.


¡Oh, avaro! Tu riqueza es un peso que hiere,

el oro en tus manos jamás te hará libre,

quien comparte su pan es quien verdaderamente

disfruta de la vida, su esencia sublime.


Cuando el alma se cierne sobre el material,

y el corazón busca en su viaje interior,

se descubre la paz que no da el capital,

pues el amor es el oro, el calor.


Así, en equilibrio y con justa medida,

si cada cual toma solo lo necesario,

habría en el mundo más paz y vida,

y el avaro, hallaría su relicario.


Al final, en su odisea de acumular,

siempre será triste, nunca conocerá,

que el verdadero tesoro no es poseer,

sino dar y compartir, y así, ¡ser feliz!

J. Plou


miércoles, 25 de junio de 2025

Aquel que me llamó Viejo


A los setenta y cuatro años,

un joven, sin saber, me llamó ,“Viejo”, 

como quien lanza un insulto,

sin pensar en el peso de su palabra.


No me ofendió la etiqueta,

sino la soberbia que la envolvía,

como si el tiempo fuera un dios,

y él, un eterno guerrero, nunca vencido.


¿Viejo? Sí, con orgullo lo llevo,

pues ser viejo es un privilegio,

una medalla de batallas vividas,

un testimonio del camino recorrido.


He caído y he aprendido a levantarme,

reído hasta que mis ojos se nublaban,

llorado hasta secar mis penas,

amado, perdido, y aún… amado.


Tú, que ves en mi vida un fracaso,

dime, ¿acaso ser joven es un mérito?

Es solo un accidente del calendario,

un susurro fugaz del tiempo.


Ser viejo es un logro indiscutible,

es resistir tempestades, abrazar soledades,

bailar con la tristeza, y tras cada paso,

volver a sonreír, con el alma llena.


He sabido cuándo hablar y cuándo callar,

cuándo quedarme y cuándo partir,

mi experiencia es un faro luminoso

que tal vez no comprendas, muchacho.


Porque, como me ves, te verás,

si la suerte te sonríe en el viaje,

y si no, muchos quedan en el camino,

perdiendo el eco de la vida.


Yo fui joven, ingenuo y confiado,

creí que el tiempo era un amigo fiel,

pero tú aún no sabes si alcanzarás

las arrugas que dan paz y serenidad.


Así que, sigue tu rumbo, sin temor,

y aprende que llamarme viejo

no es un insulto, sino una insignia,

la dignidad que en el tiempo florece.


Y algún día, quizás, lo entenderás,

cuando el reloj marque horas de sabiduría,

y descubras que la juventud se despide,

mientras la esencia del ser permanece.

J. Plou

lunes, 23 de junio de 2025

La Noche de San Juan



Bajo el cielo estrellado, la noche asoma,

en la alborada de un verano que se entona.

Al solsticio llega la danza del fuego,

bailan las llamas, rompen el sosiego.


Hogueras resplandecen en la costa y en el suelo,

susurran secretos antiguos de un tiempo sin duelo.

Es noche de magia, de rito olvidado,

donde el sol va dejando su legado.


En el aire flota un perfume a hierbas,

el fuego purifica, y el alma se aferra.

Reúne a los amigos, a la familia querida,

bajo el manto, de esta noche encendida.


Y aunque el tiempo avance, y cambios lleguen,

las llamas perduren, y nuestras almas jueguen.

De un pasado pagano, un presente dorado,

la noche de San Juan, es un ritual sagrado.


Así que brindemos entre risas y abrazos,

que el fuego nos guíe, llenando nuestros lazos,

pues al llegar el alba, renaceremos

y con el sol de verano, nos asaremos.

J. Plou

Una antigua canción



Yo a tus ojos estrofas cantaría,

aunque no se como lo haría;

pues al mirar tus ojos con atención,

solo te cantaría una antigua canción...


Yo podría cantar al frescor de tu boca

forjando con mis rimas una canción loca;

pero cuando en tus labios pongo pasión,

solo te cantaría una antigua canción...


Es la eterna canción del eterno embeleso

y acompaña a su música un apasionado beso.

Los pájaros la cantan y la flor no la olvida,

porque es simple y vieja lo mismo que la vida.


Mas ¡ay! entre tus labios, noto tu corazón,

cuando te canto una antigua canción!...

J. Plou

jueves, 19 de junio de 2025

CUATRO DE JULIO




Las campanas de San Jose,

armadas de bronce antiguo,

dieron al viento tu nombre

en repique de delirio.


¡Ay cuatro, cuatro de julio,

cuando me casé contigo!


¡Ay, tus ojos de manzana

y tus labios de cuchillo

y las cinco, cinco letras

de tu nombre sobre el mío

que borraron diferencias

de linaje y apellido!


¡Bendita sea la madre,

la madre que te ha parido,

porque sólo te parió

para darme a mí una flor

y se quedó sin jardines

porque yo tuviera el mío!


¡Ay cuatro, cuatro de julio,

cuando me casé contigo!


¿Quieres que me abra las venas

para que veas que te quiero.

Haré lo que se te antoje,

que es mi corazón campana

y tu voluntad el sonido.


Nunca quise a nadie así;

voy borracho de cariño,

prendado de tu figura

y todo lleno de ritmos

como el loco don Quijote,

con flores en la armadura.


¡Ay cuatro, cuatro de julio,

cuando me casé contigo!


Te quiero de madrugada,

cuando en la noche los gatos,

hablan de amor a la luna;

cuando se duermen los niños.

te querré siempre: mañana,

tarde, noche...


Te querré constante y sumiso,

y cuando ya me haya ido

antes que llegue tu olvido,

se oirá solamente mi voz,

para decirte en un grito:

¡Te quiero! ¡Te quiero muerto

igual que te quise vivo!

J. Plou

lunes, 16 de junio de 2025

Recuerdos


Aquello era hermoso. ¿Te acuerdas como nacían las flores?

¿Cómo te traía un rojo clavel en la boca?

¿Y que todas las tardes iba a esperarte a tu puerta?

¿y cuando le recitaba mi poema a tu alma?


¿Te acuerdas de aquello? Aquello era hermoso.

Yo no sé si tú conmigo lo evocas.

¡Tan alegre, desgarrando el eterno momento,

mientras te ofrecía, la mejor de las rosas!


Hay un instante que todo lo puede,

y vive presente en nuestra memoria.

¿Por qué no ha de ser ese instante

el que para siempre te colme las horas?

¿Te acuerdas de aquello? Aquello era hermoso.

Todas las cosas que habían, eran hermosas

aunque sepamos que nacen y mueren en el día,

que pasan rozando por la vida y nunca retornan.


¿Te acuerdas de aquello?

La juventud nos cantaba, su canto de gloria.

Aquello era hermoso y ahora al recordar,

yo te pregunto. ¿Acaso esa brisa se puede olvidar?

J. Plou

El Baile de los Sonidos

 

En danzas que el destino ha enlazado,

un sonido ajeno vibra en mi interior,

mientras los ecos marcan su rigor,

mi cuerpo sigue un paso desenfrenado.


Tu voz, espejo dulce, me ha llamado,

y en el bolero hallé mi propio ardor,

mas en la sala resuena con amor,

un compás que jamás hemos bailado.


Tus pasos a los míos se parecen,

las notas que escuchamos ahora mismo,

son melodías que nunca he escuchado.


Así en silencio, nuestras almas crecen,

cierras los ojos para no ver,

lo mal que bailo, y te piso sin querer.

J. Plou

La Sombra de los pobres




Las pulgas sueñan con un peludo can,

mientras los pobres, con rostro inerte,

trabajan tan solo por un trozo de pan,

esperando que un día se asome la suerte.


Los pobres, son nadie, sin dueño ni nombre,

son los ningunos, los que viven en quiebra,

son ecos en la historia, susurros de hambre.

cazando ilusiones, corriendo en la niebla.


Viviendo y malviviendo de ilusiones,

jodidos en sus propios tormentos,

su vida es un hilo de privaciones,

sin medicinas ni  alimentos.


Con unos derechos, que nadie reconoce,

no tienen nombre, tan solo son números.

J. Plou

viernes, 13 de junio de 2025

En el Hondo Sueño


En pesada ilusión, la mente danza,

convirtiendose en ardiente sueño,

que en la vigilia, en fuerte alianza,

no da cabida y de su luz es dueño.


Mas él mismo, en su ser violento,

el ensueño aflictivo, me despertó,

temió a sí mismo, y en un lamento,

de su lecho de sueños se marchó.


El desvelo rompió la armonía,

el dormir que me daba morada,

ahora, al no saber lo que sería,

mi alma no siente nada.


El ardor del ensueño, hizo resonar,

las palabras que brotaron de mi ser,

en un instante de mágico azar,

donde el sueño y la vigilia tienen poder.


Así veo la figura de mi mismo,

con un candil que me alumbra,

en el sueño parece un espejismo,

susurros flotando en la penumbra.


Veo en mis sueños, dulce dama,

que en compañía me brinda consuelo,

en cada sombra, en cada trama,

deja huellas suaves en mi anhelo.


Tuve un ensueño de penumbra sutil,

donde un perfil recuerdos evocaba,

imágenes de un amor febril,

todo mi pasado en película pasaba.


Y así, en el sueño, se entrelazan,

la vigilia y el ensueño al final,

donde los anhelos, juntos, abrazan,

la esencia de una existencia real.

J. Plou