¡Divina
Poesía,
virgen
del amor ciego,
que
de luz tienes el alma
y
la sangre de fuego!
Ya
en febriles deseos,
ya
en cánticos divinos
o
en poemas ateos.
Yo
reí con tus risas,
y
temblé con tus besos,
hallé
amor en tus letras
y
calor en tus versos.
Yo
escuché tus arrullos
y
busque tus secretos,
en
el tranquilo cielo,
o
en el mar turbulento;
ya
en las verdes llanuras
o
en los grandiosos montes,
ya
en los santos amores
o
en los locos deseos;
ya
en amar lo imposible
o
en soñar sin objeto!
Yo
viví dulce vida
de
delirios y ensueños,
Yo
aplacaba mi ansiedad
con
cantares serenos
y
espantaba las penas
con
llorarlas en verso...
Y
hoy, que viene la vida,
con
brutales aprietos,
imponiendome
las leyes
de
sus tristes decretos;
hoy,
que necesarias luchas
solicitan
mí esfuerzo
y
las horas que pasan
se
me llevan el tiempo,
¡con
qué sorda tristeza!,
¡con
qué desconsuelo!,
¡con
qué angustia
de
tus brazos me alejo,
divina
Poesía!,
virgen
del amor ciego
que
de luz tienes el alma
y
la sangre de fuego!
J.Plou
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