
Olías como huelen las flores de tu tierra,
ahora noto como resuena el estío en tu pelo
y en mi memoria vive ese olor sagrado,
de tu juventud por las calles de tu pueblo.
Escudriño tus párpados, analizo tus ojos,
destapo la cortina de mi frágil recuerdo.
Releo mis poemas, recuerdo tu inocencia,
pienso entonces en tus tiernos labios.
Te invoco por tu aroma, tan pertenecido,
al fondo de mis huesos, llega tu compañía,
hago mío aquel inesperado beso robado.
De siempre tus prodigios parecen pura magia,
que campos interiores por descubrir aún,
de este dintel de la luna en que te reflejas.
J. Plou
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