Tiembla, tan solo al mirarla.
Su boca quedó dibujada para siempre,
en la línea del horizonte llena de deseos.
Su cuerpo irrumpía como un río,
del que yo seré afluente,
el sudor se desliza,
como garfios en su carne jugosa.
Mi mano, con agilidad se moviliza,
por su cuerpo hasta ponerlo al rosa.
Extendida a mis pies como una alfombra,
tiembla; con sus temblores de mujer.
Su labio es todo un sendero de placer;
es un surtidor de fiebre entre la sombra.
Mi boca como un sello en su boca se graba
y en el canal de su seno caldeado
inconscientemente mi pupila, se clava.
Hincado en ella, como un macho cabrío,
me extingo, como un humo rosado,
lanzando delicados besos al vacío.
J. Plou
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