Vas cosiendo lentamente,
los hilos en tus manos se trenzan.
Te miro y voy sintiendo un sobresalto
en la sangre. Te estoy hablando
sin mover los labios, con voz suave,
como siempre me aconsejas,
¡No hables tan fuerte! me dices,
como si no existieran las palabras.
Es un silencio iluminado,
el que a veces escucho.
Tus manos prosiguen
pespuntando los sueños,
la esperanza se viste,
con tu vieja chaqueta.
Apenas una leve
mirada y nos hallamos
igual que el primer día:
Sigue el amor...
J. Plou
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