
Si ahora pudiera ver
las montañas desnudas,
del pueblo que me vio nacer
la luz cayendo entre sus piedras,
a sus pies los almendros floridos,
el aire azul en torno de la casa
y al frente el Ebro, tranquilo.
Escribo en esta tarde, con la luz
que cae en mi terraza,
imaginando que estoy allí,
escribo hasta la noche inmensa,
en que no sé si sueño
o estoy despierto,
porque mi mano, en el papel,
escribe vagamente palabras,
que dan testimonio inútil
de que tuve la felicidad.
Sólo porque en mis ojos,
puedo desde mi terraza,
hacer mover el aire en una tarde incierta,
porque fue una tarde imaginada.
Y así paso todas las tardes de mi vida.
J. Plou
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