
Yo venía de otro lugar,
ella estaba allí con su silencio,
algunos rastros que la vida deja.
A veces me miraba y sonreía
y yo quería escribirle un poema,
que estuviera con ella para siempre.
Era junio y la dicha existía en ella
que no conocía mis defectos;
que ignoraba mis dudas y mis miedos,
que creía que por fin había encontrado
un amor irrepetible.
Y no había sentido nunca que el amor,
alguna vez igual que un vaso,
podía resquebrajarse
y dejar escapar toda el agua.
¿Cuánto tiempo puede un corazón vivir sin agua?
Casi medio siglo ha pasado,
No hablo como quien lo ha perdido todo
tampoco como el que todo lo ha ganado.
Esa mujer está conmigo,
me ha conocido dudoso
y decidido fuerte y cobarde.
Ha pernoctado en todos los huecos de mi pecho,
ha curado mis íntimas heridas,
sabe de casi todos mis insomnios,
juntos tenemos sueños,
que pueden compartirse.
Escribo estas palabras mientras duerme,
ambos estamos en el mismo lecho,
respirando al unísono
y no sabemos cuál será el final
de este poema...
J. Plou
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