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Sintiendo que en mi alma valiente
la ternura romántica me aqueja,
voy a besar la luna que se refleja,
sobre el agua clara de la fuente.
Mas cuando hacia la luna reluciente
mi mustio labio se inclina,
oigo como una voz divina,
de alguien que habita en el ambiente.
Y al pensar que tu espíritu me asiste,
vuelvo los ojos al horizonte triste;
¡y no veo a nadie!... Sólo el ocaso de rosa.
Mas, ¡ay!, que entre la tímida visión,
inclinada hacia tí, con pasión,
suspira una alma temblorosa.
J. Plou
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