
Sentado al borde de la cama,
como si fuera al borde del abismo,
miro el suelo que me espera.
Lo toco con la punta del pie,
como se toca el agua de un estanque;
lo siento helado, frágil y plagado de nudos,
como la mano de un viejo con artritis.
Doy mis primeros pasos sobre la alfombra.
Camino hacia el espejo del armario,
miro mi palidez, mi cabello revuelto,
las profundas cuencas de los ojos.
Huele a flor de naranjo el aire del día.
El cielo, de un milagroso azul doliente,
se recorta detrás de los tejados.
La calle es un largo delirio hacia el futuro.
La casa, un globo frente a una espina.
J. Plou
No hay comentarios:
Publicar un comentario