Vuela en la tarde una golondrina,
imagino el lugar de donde suele venir:
en mi alma, donde un deseo germina,
el deseo de mi alma, es poderla seguir.
Si pudiera volar, como tú, golondrina,
y pudiera una estrella o un lucero elegir,
y marchar, lejos de esta tierra mezquina,
huyendo de los crudos hielos del porvenir.
Pero estoy atado con cadenas a este planeta,
y aunque agite las alas mi ambición de poeta,
el peso de la vida no me deja el vuelo alzar.
Y al ver cómo desapareces en la luz del ocaso,
te sigo con envidia, yo que la vida paso,
sin saber lo que es volar.
J. Plou
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