
Volaron los años lo mismo que las aves.
Aquellos días tibios, serenos de la infancia,
son vagos brochazos sobre un sucio lienzo,
apenas han quedado, suaves, en mi memoria
algunas pinceladas de poca importancia.
Así la primavera pasó dejando sólo
alguna que otra flor, en las orillas del río,
un aroma de lluvia, unos charcos de agua.
Hoy, sentado en el umbral de cada tarde
bajo un cielo gris y azulado de mayo,
para olvidar que el tiempo tiene su prisa,
en los cálidos días de ayer hundo mis ojos,
como en los de un niño moreno y misterioso.
J. Plou
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