
Yo corría como el viento para hablarte.
Al no verte, abrí paso al poema.
Te busqué en los castillos donde mora el alma,
por todos los rincones de tu reino interior,
fuera de los sueños, en los bosques,
dormida, a la orilla del río,
preguntando a los espejos del agua,
me hacían dudar si te amaba o me amabas.
Quise entrar a galope en tu cuerpo,
subir por tus caderas a dominar lo alto;
frenar mis sueños, como el mar que se alza
y relincha en los riscos, a tus pies, y se estrella.
Así cada mañana con tu luz entreabierta,
se despereza el alba, se apaga el sol,
esperando que abras los párpados
y amanezca y, mirándote, suba el día a lo alto.
Si cerrases los ojos el sol se apagaría.
La cima del monte al amanecer
en tinieblas heladas y tercas quedaría,
aunque el sol y las otras estrellas
pasen la noche brillando inútilmente.
J. Plou
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