Existía el Sol y la Luna,
existía el alba con su luz,
existía yo, con mi deseo;
pero no era yo, no era;
era mi mirada abstracta.
Existía su tacto, su sonrisa.
como un astro sin luz,
como una verdad dormida,
como una sombra,
como una mancha en el espacio...
Y, se hizo la luz;
su figura, reflejada en el espejo,
se hizo tangible, en su forma;
y quedé inerte, insaciable de luz;
temblando entre el mar y el aire,
preso en la nada de su realidad,
de su promesa justa, exacta.
Enredaderas de sueño,
florecían en mi alma.
Sus pies, pisaban el rocío de mis lágrimas
y la niebla, sostenida por dos lirios,
me hacía pensar en esa ausencia
del pensamiento hecho carne.
En ese deseo de ella, desnuda,
que como un río de violetas.
su figura infinita
se hizo amor en el espejo.
¡Qué pulsación infunde
su confidencia pura!
¿Hasta dónde. esos cielos
de aventuras rápidas?
La luna, ha quedado
detrás de nosotros.
Ahora empieza mi cristal
traspasado por sus rayos,
por sus olas o por su espuma.
Empieza su corazón
traspasado por mis ojos
y por mis sueños.
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