Andaba el vagabundo extenuado
de dolor, de hambre, de cansancio,
parándose de trecho en trecho
para levantar sus ojos
hacia la bóveda luminosa de los cielos
con una tan viva ansia de volar,
que en algunos momentos hubiera
creído tener un cuerpo de cristal...
¡Cómo hablaba aquella noche su alma!
Las estrellas le parecían más brillantes...
la luna llena, más bella...
los bosques, en penumbra, labor de hadas..
El rfo, como un reguero de luz,
aprisionado en cristalino fanal...
Toda la creación, obra de encantamiento,
envuelta en mil rumores,
oía músicas, que le daban voces ...
fué tan sutil, tan honda la emoci6n,
tan agudo el dolor de sus culpas,
tan violentos los deseos
de abandonar la obscura cárcel
del cuerpo para vivir la libertad
esplendorosa de los espiritus,
que se sintió morir,
arrojando el bastón y la mochila,
se echó en el suelo,
hizo con la mano una cruz,
en el polvo, hundió en él su frente
como en un cilicio de ceniza,
besó la cruz, cantando,
se le fue apagando la voz,
vidriándosele los ojos,
escapándosele el espiritu...
muriendo...
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