
En la sombra de un día claro,
donde los sueños son sólo espejos,
las visiones se apilan en carpetas,
cartas sin contestar en un estante,
normalidad que abraza al instante,
pensamientos que giran,
como un carrusel olvidado,
en la ronda de lo cotidiano.
Ensueños que faltan,
silencio ante lo inaudito,
despertar sin aliento,
en una vejez que espera,
con preguntas murmulladas:
¿Qué es normal? ¿Qué es todo?
Lecturas perdidas en la bruma,
aburrimiento que parece normal.
Soledad de ecos vacíos,
penuria que danza con el tiempo,
retrasos que se arrastran como sombras
y fracasos que se deslizan,
indiferencia que se viste de gala,
exaltación que arde fugaz,
todo y nada normal,
un ciclo que nos envuelve.
Horas que marcan compases sutiles,
minutos que se agotan en el reloj,
tiempo y espacio encadenados,
mientras la falta de humor se asienta,
platos y ceniceros inertes,
cenizas de pasiones marchitas,
centinelas de lo habitual.
Dolor y deseo en un baile extraño,
una lotería en la que nunca se gana,
plenitud y vacío, caprichosos aliados,
decadencia que acaricia lo perdido,
desaliento anormal, un soplo apacible,
negativas que entrelazan rutina,
niebla y noche que cierran el telón.
Un lavado y un planchado,
la falta de holgura se siente,
la imaginación está encadenada,
normalizando destinos sombríos,
con bártulos que pese a su peso,
no logran el eco deseado.
Así transcurre la vida,
en su abrazo de normalidad.
J. Plou
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