La Dana trajo troncos y autos maltrechos:
la creciente mantuvo mi memoria anegada.
La inundación es gris. La gente nada,
entre ruinas, muebles y lúgubres desechos.
Pueblos rotos, con sus calles llenas de barro,
y un olor como al agua corrompida;
un hedor incipiente a tierra removida,
¡lástima del paisaje con tanto cacharro!
Tiembla un dolor de siglos en las aguas impuras
que arrancaron raíces y carcomieron tumbas
que ahogaron personas, animales y otras criaturas.
Hay un salmo en el viento y un soplo de amargura
y donde antes fluía el licor de las rumbas
sólo queda el gemido donde el aire supura.
J. Plou
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