
el horizonte forma tal figura,
que se extiende en la llanura
un Ligero brillo dorado.
Sopla el viento sosegado,
nota el corazón un arrullo,
como un monótono murmullo,
como una voz del pasado.
Ella, en un tronco sentada,
meditabunda le espera,
Y en su rubia cabellera,
hunde su mano rosada.
Lo ve venir y su mirada,
más que la tarde, serena,
se cierra entonces sin pena,
al notar de su llegada.
Lo recibe sonriente,
porque es todo un embeleso,
que él la despierte de un beso
dado en su blanca frente.
Que con el labio amado,
toca la frente querida
y vuela un soplo de vida,
por el ramaje callado...
Gira la atmósfera en calma
y ella, fingiéndo enojos,
alza a su amado los ojos
que son dos besos del alma.
Cerró la noche un momento,
Quedó el campo en reposo,
cuando un rasgueo armonioso
pobló de notas el viento.
Luego con ritmo de gran belleza,
entonó una canción de amor
y en el hombro del cantor,
ella dobló la cabeza,
para escucharlo mejor.
<<Yo soy la nube lejana
el amante en su canto decía,
que con la noche sombría
huye al venir la mañana.
Soy la luz que en tu ventana,
filtra en rayos la luna;
la que de niña, en la cuna,
abrió tus ojos risueños;
la que dibuja tus sueños
en la desierta laguna.
Yo soy la música que alaga
y en los confines se escucha,
esta armonía que lucha
y con el silencio se apaga>>.
J. Plou
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