Las campanas de San Jose,
armadas de bronce antiguo,
dieron al viento tu nombre
en repique de delirio.
¡Ay cuatro, cuatro de julio,
cuando me casé contigo!
¡Ay, tus ojos de manzana
y tus labios de cuchillo
y las cinco, cinco letras
de tu nombre sobre el mío
que borraron diferencias
de linaje y apellido!
¡Bendita sea la madre,
la madre que te ha parido,
porque sólo te parió
para darme a mí una flor
y se quedó sin jardines
porque yo tuviera el mío!
¡Ay cuatro, cuatro de julio,
cuando me casé contigo!
¿Quieres que me abra las venas
para que veas que te quiero.
Haré lo que se te antoje,
que es mi corazón campana
y tu voluntad el sonido.
Nunca quise a nadie así;
voy borracho de cariño,
prendado de tu figura
y todo lleno de ritmos
como el loco don Quijote,
con flores en la armadura.
¡Ay cuatro, cuatro de julio,
cuando me casé contigo!
Te quiero de madrugada,
cuando en la noche los gatos,
hablan de amor a la luna;
cuando se duermen los niños.
te querré siempre: mañana,
tarde, noche...
Te querré constante y sumiso,
y cuando ya me haya ido
antes que llegue tu olvido,
se oirá solamente mi voz,
para decirte en un grito:
¡Te quiero! ¡Te quiero muerto
igual que te quise vivo!
J. Plou
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