
A estas horas de la tarde puedo estar triste
y ser feliz.
Ser y estar. Esto es imposible en otras lenguas.
Es el principio del otoño y es sábado.
No hay noticias en la tele, ni hacen falta
para enterarse de todos esos accidentes,
de todas esas mentiras con las te resignas a vivir.
En el escaparate de la memoria hay tan pocas cosas.
También con la poca luz de la ventana,
pronto despertaré en la sofocante noche.
La sed es lo primero que me pone en guardia.
A estas alturas, el dolor de cabeza es lo de menos,
puedo ser feliz, está claro.
La inútil obstinación del ventilador me lo recuerda.
J. Plou
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