La poesía no puede ser otra cosa que un
enamoramiento del alma y quien no sea capaz de enamorarse no es poeta, aunque escriba en verso y aunque el verso suene bien.
Ya se comprenderá que no hablo precisamente del enamoramiento de un hombre por una mujer, aunque la condición moral y física de poderse enamorar de una mujer, sea la primera y casi
diríamos la única condición para que uno
sea poeta.
Naturalmente que hay muchos enamorados y pocos poetas; pero todos los enamorados, verdaderamente enamorados, son
poetas mientras les dura el enamoramiento.
Es más: si los animales hablaran o los
hombres entendieran el lenguaje de los animales, veríamos, no sólo que cuando están
enamorados son poetas, sino que sólo en
la época del enamoramiento cantan y hablan líricamente; esto es, sienten y producen poesía de una manera inconsciente.
Podemos decir más; podemos decir que
todas las grandes obras poéticas son obras
de almas enamoradas y que los poetas, los
verdaderamente poetas, viven en enamoramiento perpetuo y producen poesía continuamente.
No es preciso citar obras. De las clásicas no ha quedado una que no sea hija del
amor. ¿Por una mujer? Por una mujer la
mayoría. Por un ideal las menos.
Lo que no admite duda es que los poetas,
no los grandes poetas, los poetas solamente, porque o se ha de ser grande en poesía
o no se puede ser poeta; los poetas, repito, al echar sobre este mundo su manantial de sentimientos, no piensan en capillas
ni en clasificaciones. Son los demás, los
no poetas, los clasificadores.
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