En mi bloc de notas,
en el agua derramada,
sobre pequeñas gotas,
sobre la montaña nevada;
¡veo su imagen!
Sobre las páginas leídas,
sobre las páginas en blanco,
en las horas perdidas,
sentado en un banco;
¡veo su imagen!
Sobre la selva y el desierto,
en los nidos y en las ramas,
dormido y despierto,
en la brasa y las llamas;
¡veo su imagen!
En la obscuridad de la noche,
en la claridad del día,
en los espejos del coche,
en la carretera, en la vía;
¡veo su imagen!
Sobre la cuna,
sobre el estanque,
sobre la laguna,
sobre la luna brillante;
¡veo su imagen!
En la sombra,
en el horizonte,
en la verde alfombra
de este monte,
¡veo su imagen!
En cada aurora,
sobre el mar en un barco,
cuando la marea aflora,
incluso en un charco,
¡veo su imagen!
Sobre una nube blanca,
y con agua violenta,
si la lluvia se estanca
al acabar la tormenta,
¡veo su imagen!
Sobre la lámpara que se enciende,
Sobre la lámpara que se apaga,
Sobre el sol que desciende,
y sobre el monte se amaga,
¡veo su imagen!
Sobre la colcha bordada,
que hay en mi habitación,
Sobre la sábana dorada,
que está en combinación;
¡veo su imagen!
En el cristal de la ventana,
con los ojos atentos,
en la casa más cercana,
rebozada de cemento;
¡veo su imagen!
El conocerla fue un atino,
que reinició mi vida,
por un amor que vino,
para evitar mi caída.
J. Plou
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