
La vida es como un laberinto,
donde un día entramos confiados;
un laberinto interminable que sólo acaba
cuando los ojos desencajados,
creen haber encontrado el fin
y una luz de esperanza,
se enciende en las pupilas.
La vida es como un laberinto,
y yo voy por el atajo,
que estrecha mi camino,
ante paredes gigantes me detengo
y escribo con las uñas mi destino
Y en primavera me diluyo en el aire.
A veces pasan por mi mismo camino,
amigos o enemigos que se cruzan,
que pasan ocultando sus virtudes
o presumiendo de sus pecados.
Y amé a las amigas que pasaban,
amé la altivez escarlata de sus labios,
la mirada de unos azules ojos.
La vida es como un laberinto,
donde al alba resuenan lejanas melodías,
hay días en que el laberinto se hace pequeño
y débil como el nácar de las caracolas
y es tan dulce pasear esos días,
por los senderos íntimos,
por las sonantes encrucijadas,
pero hay que seguir caminando,
porque la vida es como un laberinto,
donde sopla furioso un viento gris,
que roe nuestras carnes,
y hasta las mismas estrellas
derraman gota a gota su sensualidad.
J. Plou
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