Un hombre se alzó con libre pensamiento,
con sol en la mirada y voz de viento,
no era pobre, vivía con ilusión,
la humildad era su condición.
Se apodó Pepe, de sueños guerrero,
desafiando al sistema con su andar sincero,
no veneraba la miseria ni la lamentación,
su elegancia era la lucha, la transformación.
Su vida, un lujo, no de oro ni de plata,
sino de conviccion que jamás se desgasta.
Espejo de valores, de esencia y razón,
con una vida simple, luchando por su nación.
Con causa y firmeza, su legado dejó,
un eco en la historia, un fuego que brotó.
Mujica nos enseña que ser rico no es tener,
sino valorar lo que la vida puede ofrecer.
Así, el Pepe caminaba, con paso honesto,
dejando huellas profundas, en un manifiesto.
Recordemos su esencia, su lucha constante,
con su corazón libre y su espíritu vibrante.
J. Plou
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