Estática me mirabas, y en tus ojos
veía puro amor y un vivo destello,
me sonreías, ¡oh madre! sin enojos
cuando rodeaba mis brazos en tu cuello.
Mi madre ya no está,
pero en mi pecho guardo,
los ecos de su risa,
y el calor de su abrazo sagrado.
Mujer valiente, guerrera,
trabajadora incansable,
con manos que tejían sueños,
y un amor inquebrantable.
Pasa el tiempo y el vacío,
perdura como un lamento,
su ausencia es un suspiro
que me acompaña en el viento.
El dolor que duele hondo,
no siempre se puede contar;
es el que se queda callado,
como un río que quiere estallar.
Cada recuerdo tuyo, madre,
brilla como estrella en la oscuridad,
me da fuerza para seguir,
aunque duela la verdad.
Si hoy tienes a tu madre,
abraza su ser con fervor,
dile cuánto la amas,
regálale todo tu amor.
Porque el tiempo sigue pasando,
y aunque la vida sea fugaz,
los recuerdos son eternos,
y el amor nunca se va.
J. Plou
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