No puedo dejar de amarte, ni de escribir,
sobre este nuestro amor compartido,
que late sobre mi pecho estremecido,
porque ¿de qué otra cosa podría vivir?
Recordar el amor que has sentido
es como regar el jazmín,
levantar estatuas en un jardín.
y suspirar por algo desaparecido
El desvarío es grande y grande la pena,
e insensata la pédida de la razón,
y si una flecha se clava en el corazón,
¿quién puede eliminar esa áspera condena?
Escucho la verdad de mi existencia,
en los labios del Dios del mundo,
paréceme escuchar en lo más profundo
el dulce eco de su clemencia.
J. Plou
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