¡Ah, qué cantidad de caricias salvajes!
aguardaba en mi lecho con ternura,
esperando la mano que me diera masajes
y el temblor de tu espasmo y mi locura.
Vaivén en tu pupila humedecida,
ojos que danzaban al ritmo del parpadeo,
larga piel en su raíz estremecida,
con la ansiosa estalactita del deseo.
Ensenada candente de tus senos,
y tu vientre de blanca tersura,
al andar con movimientos obscenos
Y locura, ternura y más locura.
Cadencia de música que admiro,
un eco resuena con sonidos varios,
la flauta imperceptible del suspiro,
con gemidos de destrozados labios.
¡Ah, qué cantidad de salvajes caricias!
y el grito semitierno que se augura,
al fin la noche rompe en agudas delicias.
Y locura, cadencia y más locura.
J. Plou
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