Lleno el corazón de calma,
tras un largo caminar,
llegué una tarde a la orilla
sonora del ancho mar.
Sobre el cielo, azul y puro,
brillante el sol invernal
y cantaban las sirenas
en la inquieta inmensidad.
Me paré frente a las olas
un momento a meditar,
y me dijo el corazón:
¡No es posible seguir más!.
Soplaba el viento marino
en la vasta soledad
de agua y cielo. Se veía
al fondo la eternidad.
A mis pies, sobre la arena,
las olas iban a dar,
entre sonrisas de espuma
y sollozos de ansiedad.
Viendo las olas inmensas
y oyéndolas avanzar,
pensé triste: ¡Nuestras vidas
hechas de anhelos están!
Un rayo de sol brillaba,
como una aurora, en el mar.
Toda la fuerza irradiada
de mi vida, solo representa,
lo que una gota en el mar.
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