En una de esas lluviosas tardes,
sin más lápiz que mis ojos,
te dibujé y mis manos y mis labios
llenaron todo tu cuerpo de rocío.
En aquel mundo amanecido por la tarde,
con tantos episodios, tanta historia,
fuí silenciosamente abandonando,
mi vida para acoplarse con la tuya.
Estamos tan presentes,
que el pasado no cuenta,
si no es recordado.
Tu cuerpo es lo que hay en mí,
tu nombre, tu alegría…
Nadie lo sabe, ¡solo yo lo sé!
J. Plou
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