Recuerdo el perfume de tu piel,
más intenso que el de cualquier flor.
Recuerdo los globos azules de tus ojos
y los ríos azules de tus venas
después de un intenso abrazo.
Qué fresco era el aire infinito,
que llenaba nuestros pechos.
Te arranqué de tu tierra por las raíces
y te he querido y te quiero...
¡oh fruta perfecta y deliciosa!
Cuando el sol calentaba mi piel,
sentía el contacto de la tuya,
nacida en la frescura del alba,
nutrida por tus ríos claros
y puros como tu abrazo.
Volvía dulce el viento en las tardes,
yo venía a verte, a oler tu aliento,
madurado por el sol de tus veinte años
y cálida para mí me esperabas.
J. Plou
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