lunes, 12 de mayo de 2025

MIRANDO POR LA VENTANA


Por la noche, con la luz apagada,

mi mirada se asomaba a los cristales,

persiana entreabierta, sutil cortina,

un rito antiguo que el tiempo no apaga.


Día tras día, la escena se repetía,

mi ventana testigo de un dulce juego,

ella aparecía bajo luces temblorosas,

desnudando secretos en su andar ligero.


Las ropas caían sobre la silla,

prendas grandes, luego más pequeñas,

hasta que al fin, el cuerpo desnudo

se fundía con las sombras.


Andando o sentada, su ser se iluminaba,

inocente latido que el mundo ignora,

ternura de quien, cansada del día,

no sabía que yo, en silencio, la observaba.


Y cuando la oscuridad volvía a reinar,

mis latidos aceleraban su compás,

poco a poco volvían a su ritmo normal,

como una ola que alcanza la orilla.


Nunca supe su nombre, un enigma eterno,

su risa es un eco que nunca se apaga,

y allí, en la tierna edad de catorce años,

con un libro de Química, la sangre se agitaba.


Mis ojos turbios no dejaban de mirar

y en un rincón de mi mente aun persiste,

una imagen fugaz, un susurro encantado,

de un momento que no puedo olvidar.

J. Plou

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